¿Sientes un dolor que baja desde la parte baja de la espalda o la nalga hasta la pierna o el pie?
¿Sientes un dolor punzante, eléctrico o quemante, que puede acompañarse de hormigueo, adormecimiento o debilidad en una pierna?
Estas molestias son típicas de una ciática, también llamada neuralgia ciática, y aparecen cuando el nervio ciático está irritado o comprimido.
Si te reconoces en estos síntomas, esta guía te ayudará a entender qué está ocurriendo, qué opciones existen y cómo puedes recuperarte con seguridad.
¿Qué es la ciática?
La ciática es un dolor que se origina por la compresión o irritación del nervio ciático, el nervio más largo del cuerpo humano.
Nace en la parte baja de la columna lumbar y recorre la nalga, el muslo, la pierna y llega hasta el pie.
Cuando una de las raíces nerviosas que forman este nervio sufre presión o inflamación, se produce el dolor típico:
una línea de fuego que desciende por la pierna, a veces acompañada de hormigueo o pérdida de fuerza.
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Causas más frecuentes de la ciática
En la mayoría de los casos, la ciática aparece por una hernia discal, es decir, cuando un disco intervertebral se daña o fisura y parte de su material interno presiona el nervio.
Sin embargo, también existen otras causas:
- Estenosis del canal lumbar: con la edad, el canal por donde pasan los nervios puede estrecharse y generar compresión, especialmente después de los 60 años.
- Síndrome del piriforme: un pequeño músculo situado en el glúteo puede inflamarse o tensarse en exceso, ejerciendo presión sobre el nervio ciático.
- Artrosis o traumatismos: movimientos bruscos, caídas o esfuerzos repetitivos también pueden irritar la raíz del nervio.
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¿Cómo evoluciona la ciática?
En la gran mayoría de los casos, la ciática se resuelve de manera natural con actividad física adaptada en 4 a 5 meses. Durante ese tiempo, los tejidos se recuperan progresivamente y el nervio deja de estar irritado.
El reposo absoluto ya no se recomienda: lo ideal es mantener una actividad ligera y adaptada, respetando la intensidad del dolor. El movimiento progresivo ayuda a mantener la circulación, relajar la musculatura y prevenir rigideces, factores clave para una recuperación más rápida.
Si el dolor es muy intenso o persiste más de lo esperado, se recomienda realizar una evaluación médica o una resonancia para confirmar la causa y definir el tratamiento más adecuado.
Tratamientos médicos
El tratamiento inicial suele centrarse en reducir la inflamación y aliviar el dolor, permitiendo que el cuerpo se recupere:
- Antiinflamatorios, analgésicos y relajantes musculares pueden ser útiles durante la fase aguda.
- En algunos casos, el médico puede proponer infiltraciones de corticoides para disminuir la irritación del nervio.
Sin embargo, es importante recordar que estas soluciones son temporales. El alivio de la inflamación no sustituye el proceso de restaurar la función ni la educación del movimiento, que son esenciales para evitar recaídas.
En el Método Funcional consideramos la medicación y las infiltraciones como herramientas puntuales, no como el eje del tratamiento. El verdadero progreso empieza cuando aprendes a moverte sin miedo, con control y confianza.

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¿Y la cirugía?
La cirugía solo se considera en casos excepcionales: cuando el dolor es incapacitante, no mejora tras varios meses de tratamiento conservador, o si existe una pérdida neurológica significativa (por ejemplo, debilidad en el pie o pérdida de sensibilidad).
El objetivo de la intervención es liberar la raíz nerviosa retirando la parte del disco que la comprime. Aunque puede ofrecer alivio, la cirugía requiere una rehabilitación prolongada y un trabajo cuidadoso para fortalecer la espalda y evitar nuevas lesiones.
Movimiento y recuperación: la clave del Método Funcional
El movimiento es parte del tratamiento, no el problema.
Después de una fase inicial de reposo relativo, volver a moverse de manera progresiva y segura es fundamental.
El entrenamiento adecuado ayuda a:
- Relajar los músculos tensos que rodean la zona lumbar y glútea.
- Fortalecer el core y la musculatura profunda, que protegen la columna.
- Mejorar la postura y la movilidad del cuerpo en su conjunto.
- Disminuir la presión sobre el nervio ciático y evitar nuevas irritaciones.
A través del Método Funcional, enseñamos a reconstruir la función desde la base, respetando los tiempos del cuerpo y favoreciendo la autonomía.
El objetivo no es solo eliminar el dolor, sino volver a confiar en tu cuerpo y moverte sin miedo.